Sólo nosotros mísmos sabemos qué es lo que necesitamos, aunque
a veces nos acerquemos a otras personas para que nos ayuden, finalmente la
respuesta está en nosotros, siémpre ha estado ahí, pues
en nosotros se formó el problema.
Es inútil entonces tratar de entender a alguíen que víve
una constante terapía consigo mísmo, en un largo proceso de
curación del alma y de la carne, en una convalecencia con el ego vendado.
¿Que sentido tienen los amaneceres lluviosos, y los desayunos de olores a
café y pan tostado? ¿para que sirven las añoranzas y los deseos,
si no se ha podido olvidar el pasado?... todo tiene un precio, incluso el
período de recuperación despues de haber suturado el cuerpo cortado
por los instrumentos de nuestra propia mano.
Pero los destinos del hombre no dejan de estar regidos por un azar de la vida,
y no hay manera de descartar el factor suerte en la mecánica con que nuestros
sexos se juntan, si bién nuestra naturaleza guiada por la lógica de
la supervivencia hace que un hombre y una mujer coincidan en espacio y tiempo,
y dejando a un lado toda etiqueta y pudor, se muestran, se vulneran y permiten
ser parte uno del otro, almenos por un instante.
El llamado de la selva, la fortuita unión, hembra y macho, ying yang,
espegismo animal, para el goce banal que importa lo que pasa en el mundo de
los humanos, que más da lo que piensen los presidentes, lo que se diga
en la ONU, si una mañana despierta una mujer y dice: "Hoy quiero".
El mundo va a seguir rodando, y de aquel hombre que habrá de completar
el juego del apareamiento, solo importara su presencia y dispoción, el circulo
se ha cerrado, afuera podrá seguir lloviendo, adentro seremos un valle iluminado
por el sól.
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