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Tuesday, July 24, 2007

Lunch Time for gente solitaria (4)
(fragmento)
Esa mañana me levante mas tarde que de costumbre, y digo mas tarde cuando el despertador no quiso funcionar y me di cuenta cuando abrí mis ojos en automático exactamente a las 8:00am que era el momento de levantarse e iniciar el día, un día mas en el que me esperaba ir por el periódico en algún lugar donde no pagara por él y poder ver los avisos de ocasión, luego señalar cual era el empleo que menos me desagradaba para luego hacer citas, llenar solicitudes y entrevistarme con imbéciles detrás de ridículos escritorios llenos de fotos de sus hijos, tazas de café y souvenirs de sus últimas vacaciones.

Eso de ser desempleado no me molestaba del todo, lo que me resultaba terrible de eso era que no podía estar así por mucho tiempo, había gastos que cubrir deudas por pagar, estaba en el momento en que aun no llegaba el cobro del refrigerador mediano que saque en abonos justo una semana antes de que me corrieran, pensé para mis adentros: “que bien, con este nuevo refrigerador ahora si no me faltaran cervezas frías”, hasta hoy es lo único que adorna las rejillas centrales de mi lujoso frigobar, y nada mas.

Salté de mi cama, no tanto por las ganas de salir sino mas bien porque me dolía el lomo de tan mala noche que pasé, esa mañana no hubo quien me despertara y me diera masaje relajante en mi espalda, esa mañana como un día antes, y como hacía un mes, estaba solo y pensando en ella noche y día, llorando y golpeando las paredes, ahogando mis gritos y hablando solo.

Entré a la regadera y con regocijo vi que había agua caliente y que no falló el calentador, como marcaba la rutina me masturbé bajo el chorro de agua, me enjaboné bien y me enjuagé, hoy no me pondré la loción que me regalaste en mi cumpleaños, solo salí del baño y casi sin secarme me vestí y me puse mis zapatos, el traje gris oscuro me va con la camisa celeste y la corbata azul.

Mi padre siempre me ha dicho que hay que vestir de saco y corbata cuando vas a entrevista de trabajo, me parece curioso porque el jamás trabajó en su vida y dudo que alguna vez fuera a pedir trabajo y no recuerdo haberlo visto vestir de saco y corbata, en fin, aun así no se porque le hago caso a sus palabras, talvez porque siempre me ha caído bien el viejo.

No había nada bueno que desayunar, en mi nuevo refrigerador al lado de las cuatro cervezas, estaba una bolsa de plástico con un papel encerado que olía a comida, eran unos tacos que compre hacía dos días y que no me había acabado, con esto y el tomate que estaba en el cajón de las verduras supuse que bastaría para llenar el vacío estomacal, una cervecita pa’ comenzar a despejarme y todo listo.

Antes de salir me dí la ultima mirada al espejo, hice a un lado mi fleco, me dí cuenta que me hacía falta un corte, pero no sería este mes , me dirijí a la puerta, pero álgo me detuvo de improviso, en el suelo estaba una hoja de papel amarillo semi doblado, al parecer se trataba de un recado:

Señor Fernández.
Le recuerdo que el día 5 se venció
El plazo para el pago de la renta,
sirvase a pasar a cubrir el pago a
mi oficina tan pronto le sea posible.

Atte: Lic. Juan Ruiz Gálvez

El señor Ruiz es un hombre tan considerado, es de las pocas personas que conservan aun el genero epistolar, quien lo viera tan amable en su redacción, pero tan jodidamante cabrón cuando lo tienes enfrente, por suerte no siempre me encuentra y solo tengo que ver a Cata su guapa y madurita secretaria a la hora de llevarle la renta atrasada, a lo que ella me mira con inexpresividad y casi sin decir palabra alguna, me arrebata el dinero y me da el recibo, no creo que este amargada, solo creo que la vida le ha enseñado a desconfiar de cabrones, y no digo que yo sea un cabrón solo por mi costumbre de pagar tarde la renta, después de todo ésta ratonera que me alquila no vale que le pague a tiempo al viejo mamón.

Salí a la calle y fuí directo a la fonda de Doña Amparito, la historia de esta señora es muy interesante y triste, ella es una mujer mayor y muy fuerte desde hace 35 años atiende el pequeño café llamado “La Tacita China” un nombre curioso que en cierta ocasión le pregunté el porqué del nombre y ella prometió contarme la historia del porque llamo así a su negocio, una historia algo larga pero interesante, hasta hoy no me la ha contado, ella es una mujer trabajadora, estuvo casada en cuatro ocasiones, tiene nueve hijos y vayan a saber cuantos nietos, hace un año le diagnosticaron cancer y la señora sigue en pie atendiendo el negocio y supervisando a los empleados de la fonda, curiosamente a pesar de tener una amplia familia, Doña Amparito vive sola y hoy nada más le hace compañía su sobrina Angela, ella es una muchacha sordomuda que quedó al cuidado de Amparito cuando su madre murió y su padre se suicido luego de que se volvió alcohólico, una triste historia para una linda muchacha.

Todo esto lo se porque Fidel “Fidelito” entre los clientes de la fonda, me lo platicó, Fidelito es uno de los meseros de La Tacita China, y es un personaje peculiar, el lleva trabajando como 30 años en la fonda y creo que tiene mucho mas tiempo de conocer a Doña Amparo, tiene como cincuenta y tantos años, es bromista, se conserva delgado, se pinta el cabello de negro azabache, viste elegantemente y es abiertamente homosexual, desde hacia cuatro años, en mejores tiempos cuando yo trabajaba en la oficina de importaciones que esta justo a la vuelta, el siempre me atendía con una sonrisa y un chiste sobre su persona, y luego me decía “¿que vas a querer mi rey?”.

Ahora que estaba desempleado el seguía tratándome igual y ahora sabía que en vez del desayuno sólo tomaba un café, me traía el cenicero y el periódico con la sección de avisos de ocasión al frente, me sonreía y se iba contoneándose, cuando la clientela bajaba me hacía platica y me contaba las historias de toda la gente que lo rodea, y una vez me platico como fue que conoció a Amparito, y como fue que lo sacó de la mala vida cuando era apenas un chamaco en un barrio olvidado de allá en Santa Catarina, le enseño a ser una persona de bien, cuando lo puso a trabajar haciendo mandados, luego repartiendo comida en la bicicleta y luego hasta llegar a ser el capitán de meseros de la fonda, todo lo anterior lo decía con los ojos vidriosos de la emoción siempre que lo contaba.

Pero finalmente luego de caminar nueve cuadras bajo el insipiente pero picoso sol de las 11:00 am, llegué a “La Tacita China” debí haber venido caminando con la mirada hacia el suelo porque no me percate del anuncio poco común de “cerrado” en la puerta de cristal, pues casi me rompo la nariz del golpe al no poder abrirla, al igual que el extraño letrero de cerrado, un triste moño negro remataba la entrada de la fonda, por un momento pude entender lo que había pasado, o bien podía intuir lo que había sucedido, en otras circunstancias hubiera indagado mas al respecto, pero dada mi deprimente situación personal decidí avanzar dejando atrás mis conjeturas.

Tuve que hacer un plan B para mi mañana que se iba, y me dirigí como un autómata hacia un restaurante de comida super-chatarra-rápida, la enorme M que coronaba aquella pocilga de piso pegajoso y olorosa a aceite rancio, me dio la bienvenida, me dije a mi mismo: espero que el café sepa a algo, de preferencia a algo bueno, respire mis últimos segundos de aire fresco y entre, pedí el café y busque el periódico, por suerte estaba mi sección disponible, tome asiento, rayaba el mediodía casi y el lugar se fue llenando de gente, hombres de corbata, mujeres en traje sastre, una señora que regañaba a su niño de tres años mientras daba el biberón a su bebe en la carreola, dos hombres japoneses bebiendo sus cafes en absoluto silencio y uno que otro despistado como yo bucando un lugar donde esconderse de si mismo, las horas del almuerzo suelen estar tan llenas de gente solitaria por aquí.

De pronto en la esquina del lugar junto al ventanal que daba hacia la calle la vi sentada, estaba ahí, con su cara tan desconcertada y su mirada perdida, bebiendo un jugo de naranja, fue como una visión irradiante una revelación, esa muchacha que no se distinguía del resto de las jóvenes oficinistas que salían a almorzar, de no ser por su actitud honesta consigo misma, su traje coordinado su cabello maltratado por los tintes, su piel blanca y cuerpo un tanto pasado en kilos por exceso de horas dentro de la oficina, su desesperanza e indiferencia cada que veía la pantalla del celular, los bocados desesperados que daba a su hamburguesa, todo eso, me hizo pensar en ello, no estaba seguro de hacerlo, pero lo haría.

No importaba si me decía que si o que no, ese era el momento y no después, me pare de mi mesa y me dirigí hacia ella, el tramo fue largo pero lo recorrí con rapidez, una vez frente a ella la voz no me salía, ella no se dio cuenta de mi presencia hasta que carraspié la garganta para aclarar mi voz: “Hola, señorita, de casualidad no se va a comer sus papas fritas? De ser así podría dármelas?” –La mujer se me quedo viendo fijamente de pies a cabeza, no podía creer que alguien pudiera acercarse a ella para decir algo tan estúpido, sin expresar nada y con movimiento mecánico empujo su charola con las papas fritas hacia mi, yo le dije: “Gracias”.

2 comments:

Unknown said...

Que locura Tom buen lunch y pues buena suerte.Aqui seguimos sobreviviendo al trabajo mecanico y a cantidad en vez de ....
la tuerca sigue girando, a ver cuando se hacen las cheves aca en la guarida de Mr sATAN.
un saludo
hl

@jakebang said...

Muy descriptiva tu narracion, me gustó mucho, en especial como ciertas personas pueden llegar a cambiar o salir del anonimato a veces cuando hace falta el dinero.

Salu2!